miércoles, 1 de febrero de 2012

Salve Regina

La Orden de Predicadores reconoce, desde sus inicios, la protección de la Virgen María y no “duda en confesarla y en recomendarla a todos –frailes, monjas, hermanas y seglares- para que apoyados en su protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador” (LG, n.62) para llevar a cabo la difícil misión de la salvación de los hombres. Sor Cecilia nos cuenta, con claridad y gracia, la visión que Santo Domingo les refirió a ella y a las monjas de San Sixto de Roma: “En una ocasión el bienaventurado Domingo se quedó orando en la iglesia hasta la media noche y, llegando al dormitorio, se puso a orar al ingreso. Cuando estaba así en oración, miró hacia el fondo del dormitorio y vio llegar a tres señoras muy hermosas, y la que estaba en el centro parecía más venerable y de aspecto aún más hermoso y digno que las otras dos. Una de ellas llevaba un recipiente bellísimo reluciente, y la otra llevaba un hisopo, que lo dio a aquella señora que caminaba en el centro. con el hisopo, la señora rociaba y signaba con la cruz a los frailes. Esta señora dijo al bienaventurado Domingo: “Yo soy la misma a quien invocáis cada día, y cuando decís: Ea, pues, abogada nuestra, me postro ante mi Hijo pidiendo por el mantenimiento de esta Orden”. Después de esto y de dar una vuelta por el dormitorio signando y rociando a cada fraile, desapareció”.

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