Señor Jesucristo, haz que con deseo ardiente me precipite a escuchar la
Palabra de Dios,
y haz que no rechace a los que ya se han acercado;
haz que sepa estar junto a las aguas, no dentro de las aguas de la vanagloria;
que suba a la navecilla de la obediencia y que baje a tierra por la humildad;
que lave las redes del deseo de la predicación y de las buenas obras de toda avaricia, vanagloria y adulación;
que sepa repararlas mediante la armonía de las sentencias; que las seque con la claridad;
que las recoja por cautela y no por pereza;
que no las rasgue por las divisiones; que aleje de la tierra la nave de la religión y permanezca descansando en ella.
Haz que enseñe a los demás con el ejemplo;
que sepa alternar la contemplación y la acción;
que sepa conducir a los demás a la profundidad de la contemplación mediante la predicación de la religión. Que lance las redes en tu palabra y no en la tiniebla del pecado y de la ignorancia
de tal forma que pueda capturar obras vivas;
que en las aguas de las tribulaciones pueda llenar mis redes de la abundancia de tu presencia y de tus consuelos
de modo que el alma reviente de admiración y busque ayudar al prójimo,
especialmente a los más necesitados.Que llene las naves de obediencia y de paciencia y que por la humildad me prosterne ante las rodillas de Jesús
y que, una vez arribado de este mundo a la tierra de los vivientes,
pueda yo recibir los premios eternos. amén.
San Alberto Magno. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp.
1814-1815.
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